Sin sufrir no vale
Nicolás Massú tuvo que ponerse el overol y jugar un duelo muy táctico, aunque deslucido, para eliminar al italiano Davide Sanguinetti en la primera ronda del Abierto de Estados Unidos. Ganó en cuatro sets, pero se recriminó como si estuviese jugando uno de sus peores partidos de la temporada.
Por Rodrigo Hernández, enviado especial al US Open
"Llevo una hora y media jugando horribleeeeee", "un día juego bien, otro mal, es increíble", grita Nicolás Massú en la cancha 12 de Flushing Meadows. Si alguien llega recién, de seguro, piensa que va perdiendo. Pero Massú no sólo está arriba dos sets a uno sino que tiene un quiebre a favor en el cuarto. Es decir, si mantiene su saque avanza a segunda ronda.
Las tribunas están llenas y hay un buen número de gente de pie. Es una pista absolutamente secundaria, sin televisión, ni asientos suficientes. Unas 300 personas divididas en partes iguales a favor del viñamarino y el italiano Davide Sanguinetti, que está visiblemente quemado con las manifestaciones de apoyo hacia Massú.
El doble campeón olímpico está a un paso del triunfo, pero sigue autocrítico. "Estoy jugando un huevo, eh", lanza con ironía. "Tranquilo mijito está jugando bien, ya va a ganar", replica con tono maternal una señora desde la barra chilena donde Tía Sonia no quiere ser menos: "Vamos Nico, queda poco, vamos hijo", agrega con la fe que la caracteriza.
Pero a Massú se le escapan tres puntos de quiebre para ponerse 5 a 2 en el quinto. Y la cuenta se estrecha. Hay cambio de lado. El partido sigue tenso porque Sanguinetti acaba de hacer callar a la barra chilena y Massú se ríe con nerviosismo de las pelotas que devuelve el italiano y algunos errores propios.
"¿Y si gritamos otro ceacheí?", propone alguien en la barra chilena. "Pero dale tú porque ya no tengo garganta", suplica Tía Sonia, que está pagando caro la exposición por más de tres horas a un ambiente donde la humedad supera el 80 por ciento.
El apoyo contribuye, Massú se da cuenta que está cerca del triunfo y se tranquiliza. Gana sus últimos dos saques con autoridad y se instala en la segunda vuelta del abierto neoyorkino, donde ahora lo espera el ruso Mikhail Youzhny.
No hizo un partido brillante, pero tampoco fue un desastre. Simplemente tuvo que jugar en función del tenis defensivo del italiano y se sintió incómodo.
"Fue complicado porque la pelota venía siempre rasante y con poco bote, entonces tenía que pegarle siempre debajo de la cintura", dijo Massú.
Tenía razón. Sanguinetti con su estilo clásico, de golpes planos, desgastantes aunque no destructores, obligó Massú a jugar con tantos matices que terminó un poco enredado.
Famoso en el circuito por hacer deslucir a sus rivales, Sanguinetti sacó de sus casillas durante largos pasajes a Massú, pero no alcanzó a mermar su confianza.
"No hay que darle tantas vueltas al asunto, siempre hablo en la cancha y me recrimino cuando las cosas no caminan, pero cómo voy a perder confianza si gané el partido, cuando uno vence la confianza no puede disminuir", aseguró.
Quizá Massú hubiese querido ganar a punta de winners, con tiros en las líneas y decenas de aces, pero a todas luces no era el negocio ante un jugador que mientras más lo atacan más cómodo se siente.
El número dos de Chile supo acomodarse a las circunstancias y tuvo el mérito de sacar el partido adelante. Ahora, tiene que dar vuelta la página y olvidarse de las derechas fallidas o el set point que se le escapó en el primer set. Youzhny es un tipo que ataca y lo hará sentir más cómodo aunque permanentemente bajo presión. Si le ganó en sets corridos a Dominik Hrbaty es porque está prendido y puede ponerlo en aprietos.
Poco importa la imagen de un Massú enrabiado dejando la cancha. Su clase le permite tener un plan de contingencia para cada partido. Sabe que no tiene un mal cuadro y que si llega a sortear a Youzhny la opción de avanzar nuevamente a octavos de final estaría a la vuelta de la esquina. Silenciosamente, mientras todas las fichas están puestas en Fernando González. (Cooperativa.cl)