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C'est fini!

Nicolás Massú dejó todo en la cancha pero no le alcanzó para seguir con vida en París y fue superado por Igor Andreev sin lograr repetir la tercera vuelta del año pasado. En 2008 regresará con 28 años, pero aún con margen para hacer algo importante en su torneo favorito.

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Por Rodrigo Hernández desde París.

 

De no haber sido por los octavos de final del US Open de 2005 Nicolás Massú jamás habría pasado de la tercera ronda en un torneo de Grand Slam en un antirécord que no deja de extrañar para un ex número nueve del mundo y doble campeón olímpico.

 

En siete participaciones en Roland Garros, el viñamarino registra siete triunfos y siete derrotas, con un rendimiento del 50 por ciento y dos terceras rondas –en 2004 y 2006– como mejores actuaciones. Habrá quienes digan que es poco para un jugador netamente arcillero (cinco de sus seis títulos fueron en polvo de ladrillo), otros que es una marca esperable para un jugador de sus características.

 

En mi opinión, siempre habrá una chance para que Massú alcance la segunda semana en Roland Garros. Descontando a Nadal, Federer, Davydenko, Djokovic y, quizá, Robredo el número dos de Chile está hoy en condiciones de jugar mano a mano con el resto. Ante Andreev lo hizo, enfrentó al rival más duro fuera de la lista de los cabezas de serie y estuvo a una pelota de ir al quinto set. Perdió luchando, con un nivel de juego aceptable, pero inferior al rendimiento superlativo que tuvo en la tarde del jueves cuando le ganó el segundo capítulo por 6-3 antes de la suspensión por falta de luz.

 

Después del promisorio inicio del día anterior necesitaba seguir jugando igual: metido en la cancha, pegando suelto el revés y colocando la mayor cantidad posible de primeros servicios. Pero cumplió la tarea a medias porque si bien jugó agresivo con el drive, su revés no estuvo a la altura de la jornada anterior y con el saque no marcó diferencias. Andreev, en cambio, mantuvo el nivel (ojo que se mete en cuartos) y le terminó ganando el partido por 6-3, 3-6, 6-3 y 7-5.

 

Para haber quedado afuera de los cabezas de serie el cuadro de Massú no era del todo desfavorable. Tenía una difícil segunda ronda con Andreev, pero partidos abordables ante Mathieu y Baghdatis posteriormente. Es decir, no se le cruzaban ninguno de los top quince citados con anterioridad.

 

A pocas horas de viajar a Chile donde descansará por un par de semanas, al doble campeón olímpico le queda el consuelo de estar jugando mucho mejor que a comienzos de año. A Wimbledon, como de costumbre, irá con expectativas moderadas. Disputará una exhibición la semana anterior y luego enfilará directo al tercer Grand Slam de la temporada.

 

En la gira posterior al abierto de Inglaterra están jugadas sus fichas. Una secuencia de torneos de arcilla en Europa donde históricamente obtuvo sus mejores resultados: Bastad, Amersfoort, Kitzbuhel y Sopot. Incluso podría quedarse después a un challenger en Italia porque se está quedando afuera del Masters Series de Montreal y no tiene ánimo de jugar la qualy.

 

En el último tiempo Massú se ha puesto más reflexivo y le ha comentado a sus amigos que próximo a cumplir 28 años le gustaría volver por sus fueros. Quiere vivir una última etapa de su carrera (se ve jugando cuatro o cinco años más) con la misma fuerza emocional que caracterizó sus mejores temporadas. Siente que ya no grita como antes, que su temple ha decaído, que aún jugando bien está fallando en la pelota decisiva. Su misión, y en eso está empeñado, es superar los detalles que le están impidiendo recuperar su antiguo estatus.

 

Se despidió Massú en segunda ronda de París, pero no lo enterremos, por favor. Tiene un físico privilegiado y le quedan, al menos, cuatro temporadas en el circuito mayor, un logro que cientos de tenistas quisieran para sí. Hasta ahora hizo una carrera extraordinaria y nadie tiene una bola de cristal para saber si vendrán tiempos mejores. Si llegan, bienvenidos, si no, nadie se lo debiera reprochar.