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El abandono tiene al Estadio Maracaná convertido en un fantasma

La Justicia ordenó cortar la luz por el no pago de los últimos cinco meses.

El deterioro comenzó tras los Juegos Paralímpicos.

Foto: EFE El abandono tiene al Estadio Maracaná convertido en un fantasma
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En apenas unos meses, el Estadio Maracaná pasó de ser el epicentro del mundo, como sede de las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, a estar completamente abandonado.

Considerado como el templo del fútbol brasileño, el Estadio Mario Filho, conocido popularmente como Maracaná, es hoy un esqueleto de cemento que sufre los efectos de la falta de cuidado y mantenimiento, tanto en el césped como en la grada y en su interior.

El abandono quedó evidente a comienzos de este 2017, cuando se conoció que aprovechando los pocos guardias de seguridad que hay en el recinto, unos ladrones robaron dos televisores y los bustos de bronce del periodista Mário Filho, que da nombre al estadio, y del ex alcalde de Río de Janeiro Mendes de Moraes, así como mangueras y extintores de incendio.

Esta semana, la Justicia ordenó cortar la luz del estadio por el no pago de las facturas de los últimos cinco meses, que suman unos tres millones de reales (unos 950.000 dólares).

El Maracaná sufre las consecuencias de la gran red de desvíos en la petrolera estatal Petrobras, el peor escándalo de corrupción de la historia de Brasil.

Muy lejos quedan ahora las finales de la Copa Confederaciones de 2013 y del Mundial de fútbol de 2014 o las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos y de los Paralímpicos, así como las finales masculina y femenina del torneo.

Los problemas comenzaron tras los Paralímpicos

Tras la finalización de los Juegos Paralímpicos, el Comité Olímpico de Río 2016 devolvió el estadio al consorcio encabezado por Odebrecht, una de las empresas salpicadas por la corrupción en Petrobras, tras haberlo administrado entre marzo y noviembre pasado.

El consorcio Maracaná SA, que había invertido cerca de 400 millones de dólares entre 2010 y 2013 para remodelarlo completamente de cara al Mundial y los Juegos Olímpicos, aseguró que había varios desperfectos y que no quería hacerse cargo de su reparación.

Aunque una decisión judicial a mitad de enero obligó al consorcio a reasumir el estadio bajo una multa de 63.000 dólares diarios si incumple la resolución, nada cambió, salvo una mayor deterioro.

Maracaná es ahora un estadio invadido por gatos, con el césped impracticable tras meses sin cuidado, con sillas arrancadas, cables cortados y un sinfín de obstáculos que impiden que vuelva a ser utilizado, para desesperación de Fluminense y Flamengo, los dos clubes que lo tienen como casa.

Pese a que no se puede entrar al estadio ni visitar el museo que alberga en su interior, centenares de turistas llegan al Maracaná diariamente para tomar fotos delante de la estatua de Hilderaldo Bellini, capitán de la selección brasileña que ganó por primera vez el Mundial en 1958.

Quienes no se quejan del cierre son los vendedores ambulantes, que precisamente se aprovechan del desconocimiento de los turistas que llegan al estadio sin saber que no lo podrán visitar.

El argentino Carlos Molinas tiene una réplica de la Copa del Mundo con la que los turistas se fotografían delante del estadio, donde trabaja desde el Mundial de 2014.

"Viene mucha gente pensando que está abierto, incluso en la página web sigue poniendo que está abierto, y luego se llevan una decepción al ver que está cerrado", comentó a la Agencia EFE.

En la misma línea se pronunció el brasileño Claudio Lopes, quien hace más de 30 años vende "souvenirs" en las afueras del estadio. "Está abandonado pero aquí afuera no nos afecta, los turistas vienen para visitar la estatua de Bellini", apuntó sin dejar de críticar la situación en la que se encuentra "el templo".

"Por dentro parece una casa de terror. Es una vergüenza, principalmente con el carioca", concluyó Lopes.