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La columna del "Polaco" Goldberg: Que 20 años no son nada

El comentarista de Al Aire Libre repasó la importancia de Zamorano y Salas en la Roja.

La columna del "Polaco" Goldberg: Que 20 años no son nada

Por Rodrigo Goldberg, @Polaco_Goldberg

Veinte años. Sí. Dos décadas han pasado desde la participación de Chile en el Mundial de Francia 1998. Es mucho tiempo, aunque para algunos los recuerdos permanecen frescos en la memoria. ¿Cómo olvidar el gol de Sierra, el inexistente penal de Ronald Fuentes que pitó Lucien Bouchardeau o el empate a último minuto de Ivica Bastic frente a Austria?

Tuve la fortuna de participar en ese proceso clasificatorio donde, además, compartí (y sufrí) con dos delanteros de esos que se encuentran cada tanto tiempo.

La dupla de Iván Zamorano y Marcelo Salas pasó a la historia por sus goles y también por el famoso “Sa-Za” que sirvió, incluso, de título para una teleserie. La selección de entonces partía con esos dos nombres. El arquero titular era Nelson Tapia y Pedro Reyes uno de los centrales, pero el equipo se identificaba claramente con estos dos nombres.

Fuimos varios los “damnificados” por el gran momento que vivían estos dos históricos delanteros. En momentos que la selección se componía principalmente de jugadores locales era impensado tener una chance con estos monstruos del gol. Sólo las suspensiones o lesiones nos dieron alguna chance de jugar a los que estábamos en una segunda línea. Si bien no era agradable ser considerado sólo una opción, era muy gratificante poder entrenar y aprender de ellos.

Su especial sinergia y capacidad goleadora hacía que todos jugaran para ellos. Se hacía casi inevitable que los entrenamientos y partidos amistosos se enfocaran, principalmente, en cómo llegar a ellos.

Los jugadores que arrancaban desde el primer minuto y los que veníamos después lo sabíamos. No era tan difícil. A Marcelo lo conocía de la U y teníamos una sintonía muy aprendida. Con Iván era imposible no saber dónde estaba ubicado. Marcaba la jugada como pocos y por arriba no había quien lo superara.

Sin embargo, no todo era perfecto en las apariencias. Porque, al ser claramente distintos, el morbo llamaba a formar dos bandos. Para nadie es un secreto que amigos no eran. Sin embargo, y a diferencia de otras duplas, ambos eran capaces de dejar sus diferencias de lado en pos de la selección.

Aún recuerdo cuando un periodista me preguntó muy suelto de cuerpo: “Ustedes los Salistas, ¿qué piensan de las declaraciones de Zamorano?”.

Quizás para algunos era tentador meter en la balanza a estos dos titanes del gol para confrontar sus estilos. Y claro, los liderazgos de ambos eran impresionantemente diferentes. Uno pasional y el otro cerebral. Pero lo que desconocen es que, dentro de ese camarín, era el contraste que todo grupo humano necesita y se manifestaban en momentos muy especiales. Lo mejor, en mi opinión, es que nunca buscaron superponerse sino todo lo contrario. Los partidos y las largas clasificatorias hacía que emergieran uno u otro dependiendo del momento y la necesidad.

Quizás por eso me da tanta pena el lío que existe entre Claudio Bravo y Arturo Vidal (tema para una columna aparte). La aparente humildad de las poses se diluye con la arrogancia de las palabras y los hechos.

Soy un agradecido de haber visto y compartido con Marcelo e Iván. No por lo que dieron al país, mas sí por lo que aprendimos en ese proceso. ¿20 años ya? Como si fuera ayer.