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La columna de Leonardo Burgueño: La fragilidad emocional de Argentina

El comentarista de Al Aire Libre se refiere al difícil momento de la albiceleste.

Foto: EFE La columna de Leonardo Burgueño: La fragilidad emocional de Argentina
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Por Leonardo Burgueño, @LeoBurgueno

El desandar errático de Argentina en el Mundial va más allá de nombres propios. Va más allá de Sampaoli. De Messi. O de cualquier apellido. Incluso está por encima del penal fallado por el astro de Barcelona ante Islandia o el error de Caballero ante Croacia.

Este momento de la Albiceleste viene de arrastre y tiene mucha relación con todos los disparos en sus propios pies que se hizo desde las más altas esferas de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).

Basta hacer un repaso rápido desde la final ante Alemania en Brasil 2014 hasta la fecha y los ejemplos pintan el presente: dos presidentes; una elección donde había 75 votantes y el resultado fue 38 a 38; dos finales de Copa América perdidas, una renuncia de Messi y tres entrenadores en el proceso (Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli).

Esas muestras inevitablemente llevan al fracaso a cualquier equipo. ¿Por qué entonces había que confiar en este equipo? Porque justamente estaba de vuelta Messi y porque de este lado de la cordillera se pensaba que el entrenador que llevó a un tricampeonato a Universidad de Chile y a una primera Copa América a la Roja le podía dar su impronta a ese equipo.

Pero claro, este grupo de jugadores, que había logrado acercarse al éxito esquivo desde 1993 (último título de Argentina en la Copa América de Ecuador) y que había puesto a la Albiceleste en una final del mundo desde 1990, hoy está muy golpeado.

En boxeo se habla de un peleador con mandíbula de cristal. Ante el primer golpe fuerte, se queda. Y Argentina sufrió dos golpes en Rusia: el penal fallado por Messi ante Islandia y la mala salida de Caballero ante Croacia.

Dos sacudones fuertes que mostraron la fragilidad emocional del equipo, que hicieron que se fuera a negro. Completamente. Hay un antes y un después. Más allá de que ese antes nunca fue brillante. Porque ante Islandia fue un equipo demasiado previsible y ante Croacia sólo había tenido una chance de gol (la de Enzo Pérez que fue por presión ante la salida y no por elaboración propia).

Entonces, con esa cantidad de argumentos en contra, es casi imposible pensar en que algo bueno saldrá. Encima, si en el plano futbolístico se le agrega que el DT probó en la previa al Mundial con Lo Celso como acompañante del volante central y después, el jugador de PSG todavía no suma ni un minuto; si Enzo Pérez entra como titular en el segundo partido cuando ni siquiera estaba en los 23 de la lista original, es más complicado aún.

Las abuelitas tenían una frase: "Lo que mal comienza, mal termina". Ellas nunca habían dirigido un equipo de fútbol, pero cuánta razón tenían. Esas sabias palabras se pueden aplicar en muchos casos en la vida. Y más aún en el fútbol si uno repasa estos cuatro años de la selección argentina.