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La columna de José Arnaldo Pérez: Que no nos quiten a los grandes boxeadores

Revisa la opinión del periodista de Al Aire Libre en Cooperativa.

Foto: @GGGBoxing La columna de José Arnaldo Pérez: Que no nos quiten a los grandes boxeadores

Por José Arnaldo Pérez @Chascaperez

En la actualidad, salvo algunos países, el fútbol es el deporte más popular sin oposición, y aquellos años donde el boxeo por lejos lo era en nuestro país parecen mitos o cuentos de nuestros padres o abuelos, a quienes cuesta creer que los niños por aquellos años antes que un balón preferían un par de guantes para Navidad.

Pero es cierto. Así fue. El gran periodista Sergio Brotfeld me lo aseguró recordando que a él y su hermano se los obsequiaron, y los disfrutaron con la inocencia y el entusiasmo típico de los primeros años de vida.

El deseo de saber de las grandes peleas hacía que en los albores de la radiodifusión los seguidores del boxeo (no se le ocurra decir BOX, porque es un error gigantesco y arriesga un "gancho al hígado") se agolpaban en los sitios públicos donde los altoparlantes daban las alternativas de los grandes combates. Uno de los "héroes"  de esos tiempos era el argentino Luis Angel Firpo, "el Toro salvaje de las Pampas", y en una historia del periodismo radial que genera risa –y también vergüenza- una de sus peleas en Buenos Aires despertó altísimo interés, pero las condiciones meteorológicas eran terribles por lo que no llegaba información al teletipo, y no se encontró nada mejor que inventar el desarrollo del combate. Y con los gritos enfervorizados de los fanáticos el relato subía en intensidad. Parecía una lucha épica… Lo malo fue que se supo al día siguiente que no hubo tal pelea ya que todo se había suspendido por lluvia.

Con la irrupción masiva de salas de cine y la televisión se pudo ver a los grandes púgiles. Era común trasnochar en las casas en las grandes veladas. Fue así como en los 60's;  70's y 80's Cassius Clay (devenido luego en Muhammad Alí), Joe Frazier, George Foreman, Larry Holmes, Roberto "Mano de Piedra" Durán, Sugar Ray Leonard, Thomas Hearns, Marving Hagler, entre muchos otras leyendas, y nuestro Martín Vargas reventaban las sintonías de la audiencia. El negocio parecía ilimitado. Por eso en Estados Unidos, y con la entrada en vigor del "pagar por ver" los combates empezaron a desaparecer de las pantallas de los países como el nuestro. Y los primeros años de la carrera de Mike Tyson fueron las últimas peleas que se vieron en la TELEVISIÓN ABIERTA. Porque no olvidemos que el mordisco que le propinó a Evander Holyfield recién dos días después se pudo observar. Temas de derechos le dicen. Vaya palabrota.

Además, como a todo lo popular siempre le aparecen los detractores. Aquellos que decían que no era deporte, que causaba secuelas de por vida, le propinaron un duro golpe. Tanto que los del boxeo olímpico con los del profesional –siempre enfrentados- ahondaron sus diferencias diciendo los primeros que ellos eran por esencia "el más leal de los deportes", mientras que los "otros" sólo eran reyertas que gustaban del dinero. Fue así que cayó en un descrédito que incluso frenó las intenciones de muchos para usarlo como un método para sacar a los chicos de escasos recursos y riesgo social del mal camino. Pero la típica liviandad de los que poco saben –aunque una cuota de razón tengan- llevó a muchas negativas con la frase "claro además de ser delincuentes y robarnos, ahora también les enseñarán a pegarnos". Los gimnasios se fueron cerrando en los barrios populares para los amantes de los puños. En lo particular sentí mucho cuando vi con la "cortina abajo" el Luna Park de la José María Caro.

Desde los 90's salvo los que tenían cable poco se supo de los grandes peladores. Roy Jones Junior, por lejos el mejor de esa década apenas fue conocido por nuestra masa. Es cierto que la irrupción de Internet ayudó en algo, pero aún no vuelve a ser lo mismo. Manny Pacquiao, Floyd Myweather en algo han contribuido a la recuperación masiva. Hasta que llegamos a "triple G", debido a su nombre Gennady Gennadievich Golovkin, que este fin de semana le acaba de dar una rápida y dura lección de calidad a Vanes Martirosyan (no alcanzó para paliza ya que al segundo round lo tenía tumbado).

El héroe de Kazajistán, a quien esas razones inexplicables, que algunos llaman mafia del boxeo, le privaron de la presea de oro en los Juegos Atenas 2004 frente al ruso Gaydarbek Gaydarbekov. Pero este hecho le llevó a revelarse, dejar los guantes por un año, pero luego de lo cual tomó la decisión más importante: volver y ganarle a todos. Y vaya que lo ha hecho, 39 combates, 38 victorias, 34 por la vía rápida, y un solo empate, aquel de septiembre del 2017 frente a Saúl "Canelo" Alvarez, revancha que el clembuterol que se le encontró a este último nos dejó con el deseo y la interrogante de quién es hoy el mejor. O uno de los mejores boxeadores, aquellos mismos que no llenan muchas páginas en nuestro país, pero que en el mundo noquean ratings, como siempre ha sido, y como lo están haciendo en la actualidad los puños de Golovkin.