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La columna de José Arnaldo Pérez: Hay que quemarlo todo

Revisa la opinión del periodista de Al Aire Libre en relación a la semana polideportiva.

La columna de José Arnaldo Pérez: Hay que quemarlo todo
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Son muchos los que consideran al fuego como un elemento purificador, independiente de lo dañino que pueda ser en un incendio y generar estragos. Más de alguna vez frente a un tema no muy limpio, y en otras ocasiones lisa y llanamente turbios, se utilizan como palabras de acción "hay que quemarlo todo", y luego de ello reconstruir desde las cenizas como es debido, sin oscuras tramas ni acciones.

La Casa Schneider -ubicada en la avenida Vicuña Mackenna 44- era una impresionante construcción, de hecho estaba catalogada como patrimonio de la ciudad. Tenía más de 100 años y desde 1969 fue la sede del Comité Olímpico de Chile. Sus tonos claros contrastaban profundamente con los oscuros manejos que muchas veces se le criticaron a la sede del ente mayor de mundo federado del deporte. "Hay que prenderle fuego y que se queme de una buena vez" eran las analogías que se usaban para tratar de corregir todos los manejos cuestionables que allí hubo. Y vaya paradoja con el fuego y el infierno, a uno de sus ex presidentes más cuestionados, Sergio Santander, se le conocía como "don Sata", en clara alusión al diablo, amo del Pandemonium.

Todo aquel que deseaba esclarecer situaciones anómalas de sus mandamases recibía la sempiterna explicación previa de ellos mismos que eran "hombres del olimpismo". Largas palabras para intentar demostrar un actuar probo, pero que no comprobaban un comportamiento intachable. "Embolinar la perdiz", le dicen. Los propios funcionarios en el fuera de grabación y conversaciones informales te decían "el día que me vaya escribiré un libro, y ¡uf! Caerán varios".

Lo que pasó con los cuestionables mandatos de Sergio Santander, Ricardo Navarrete y Fernando Eitel ensombrecieron la manoseada palabra de "hombres del olimpismo". Boletas adulteradas en el caso de este último que asumió toda su responsabilidad luego que el propio tesorero de su gestión Antonio Martinic fuera duro en decir que este acto perseguía un beneficio propio y no para el organismo. Los gritos posteriores de sus familiares acusando persecución indebida de algunos periodistas y el caminar por el largo pasillo oscuro fue una de las escenas que retrató al siempre cuestionado organismo. "Ven, si en el COCH hay que quemarlo todo", seguían siendo las más duras críticas sobre este organismo que precisaba urgente limpiar el nombre del deporte.

Hubo episodios incluso que tocaron el tema de los Derechos Humanos. Luego que Ricardo Navarrete dejara la presidencia, una vez más de una forma poco feliz, el 2001 el timonel del atletismo Jorge Ehlers Trostel fue llamado a encabezar una lista de consenso. En la presentación de la misma no contaba que dos periodistas –Javier Piñeiro y Juan Esteban Véliz- lo abordaran por un tema muy particular, estar vinculado al asesinato de Arturo Araya Peeters, Edecán Naval del Presidente Salvador Allende. Su rostro se desfiguró y respondió molesto: "Mis cosas personales no tienen que importarle a nadie. Esto me parece una porquería". Ante la insistencia de Véliz le contesto "qué pretende usted con esto". Resultado, Ehlers no fue electo.

Las reuniones en su salón plenario estuvieron siempre coloreadas por acusaciones sobre el manejo de las federaciones. En sus muros los retratos de los ganadores de medallas olímpicas de nuestro país fueron testigos de todas esas discusiones. Pero no todo es malo en la vida, allí también hubo exposiciones maravillosas sobre el deporte mismo, de especialistas y técnicos nacionales y extranjeros, que aportan a que la siniestrada casona no sólo tenga un oscuro recuerdo. Es más, el efecto destructor de "quemarlo todo" lo comprendió Neven Ilic cuando asumió la presidencia del comité a fines del 2004. Transparentó, hizo gestión y ordenó. Al fin la bella obra arquitectónica cobró el valor que merecía para la ciudad más que los pocos santos manejos de sus directivos.

El COCH con el tiempo se fue a otras instalaciones más funcionales para el deporte, y allí llegó una universidad. Y más que el fuego, la casa Schneider se limpió con la investigación periodística y la labor más transparente de los últimos dirigentes... Lástima que los vándalos no lo entendieron y nos privaron de esta bella casa, porque lo quemaron todo.