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La columna de Ernesto Contreras: La oportunidad perdida

Khabib destrozó a McGregor en Las Vegas, pero su memorable victoria pasó a un segundo plano tras el escandaloso final.

La columna de Ernesto Contreras: La oportunidad perdida

Por Ernesto Contreras, @contrerasdelzo

Nunca juegues con fuego, porque te puedes quemar. Nunca insultes la religión y familia de otro hombre porque lo puedes pagar.

Estas frases sirven para intentar entender las razones sobre el escándalo ocurrido el sábado en Las Vegas, en la pelea más grande en la historia del UFC.

Una vez que se anunció la súper pelea entre Khabib y McGregor, las dudas radicaban en si el irlandés podría entrar en la cabeza del ruso con su ya clásicos juegos mentales. Los mismos que quebraron a campeones como José Aldo y Eddie Álvarez.

Pero Conor fue más allá. El ex doble campeón cruzó los límites, y los pagó.

En el primer careo ante los medios, McGregor soltó todo su arsenal para sacar de su centro al ruso. Lo acusó de ser "una rata con quijada de vidrio", trató a su padre de "cobarde" y acusó a su manager, Ali Abdelaziz, de ser un "terrorista soplón". Todo esto ante la mirada cómplice de Dana White, presidente de la compañía, quien se reía a carcajadas ante cada insulto que profería su protegido.

Si a este episodio le sumamos el recordado incidente del bus en el UFC 223, era lógico de suponer que la pelea del sábado era de "alto riesgo".

Dentro del octágono, a Khabib le bastaron cuatro rounds para someter a su rival con una brutal estrangulación neck cranck, pero tras eso le bastó un minuto de descontrol para ensuciar su legado y reputación.

Finalmente los juegos mentales de Conor habían surtido efecto, quizás no para derrotar al ruso pero si para desviar el foco de su derrota.

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Muchos ya no recuerdan la abrumadora dominación del campeón en el octágono, donde incluso lo superó en la pelea de pie, todos se quedaron con el salto a la jaula y la posterior patada voladora contra Dillon Danis, compañero de entrenamiento del irlandés, quien se cansó de insultar al daguestaní durante toda la pelea.

No hay justificación para lo hecho por Khabib, pero si podemos llegar a entender su destemplada reacción. ¿Dónde están los límites para promocionar una pelea? ¿Cuáles son los parámetros que le impone la compañía a McGregor? Ninguno. "Mystic Mac" hace lo que quiere sin recibir reproche alguno. Desde destrozar un bus, lesionando a dos peleadores,  hasta beber whisky en una conferencia de prensa mientras se ríe de las creencias de su contrincante.

Todos estos actos crearon un odio real, un odio que Conor no contempló. Un resentimiento que no vio venir. Para él solo eran negocios, para Khabib y su equipo era personal. Para ellos, el irlandés debía pagarlo con algo más que una derrota y así lo hicieron. 

Ni a Islam Makhachev ni a Zubaira Tukhugov les importó entrar al octágono, golpear a McGregor y ser despedidos del UFC. Para ellos, Conor cruzó los límites y debía pagar. Sin importar las consecuencias.

Tampoco le importó a Nurmagomedov quien, además de empañar su momento de gloria, se arriesga a ser despojado de su cinturón  y a no volver a pelear más en Estados Unidos.

¿Habrá una revancha? Probablemente sí, ya que generaría unas ganancias incalculables para los involucrados, pero si esto llegara a suceder se deben sacar lecciones de lo ocurrido, pues lo que pasó en Las Vegas provocó un retroceso importante en un deporte que siempre roza el límite de lo permitido.