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La columna de Ernesto Contreras: Coach Massú

Un mes de trabajo con el austríaco Dominic Thiem le bastó a Nicolás Massú para posicionar su nombre entre los técnicos más destacados del momento.

La columna de Ernesto Contreras: Coach Massú

"Es increíble tener a Nicolás en mi equipo porque siempre está muy motivado. Él pone la motivación en mí mismo en la cancha y eso es genial. Además de los partidos, entre los dos tuvimos una gran intensidad en las prácticas antes de Indian Wells. Me encontró no en buena forma física y con mi nivel un poco bajo, pero me hizo campeón del torneo. Esto es un logro increíble también por él".

Estas palabras pertenecen a Dominic Thiem. El actual número cuatro del mundo acababa de ganar su primer Masters 1.000 en Indian Wells, y se tomaba un tiempo para valorar el aporte del viñamarino en esta nueva versión del oriundo de Wiener Neustadt.

Es que el inicio del año para el austríaco no fue nada de fácil. Una serie de problemas de salud, sumado a una baja en su tenis, hizo que se despidiera rápidamente en Qatar, Australia, Buenos Aires y Río de Janeiro, además de sumar una deserción obligada en la serie de Copa Davis ante Chile.

Pero precisamente esa confrontación marcó un antes y un después en el año de Thiem. En Salzburgo conoció a Nicolás Massú y la conexión fue inmediata.

Comenzaron a trabajar en Argentina, pero el objetivo eran los Masters en cemento de los Estados Unidos.

"Hay muchas cosas que Nicolás puede aportar a mi juego. Él prefería jugar en tierra batida, pero su mayor éxito fue en pistas rápidas en los Juegos Olímpicos. Él sabe lo que significa sentirse como en casa en tierra batida, pero trasladar los buenos resultados a cancha dura. Esa es una de las cosas que esperamos de la relación", confidenciaba el finalista de Roland Garros al sitio oficial de la ATP.

Y la fórmula resultó. Thiem, el mejor jugador del mundo en arcilla después de Rafael Nadal, conseguía en California su primer Masters 1.000, y en la superficie que menos le acomoda. Igual que Massú en Atenas.

El aporte del "Vampiro" va más allá de lo netamente emocional. Massú es un obsesivo del tenis, lo era desde su época de jugador donde siempre sorprendía por su capacidad de recordar cada momento del partido, aunque este hubiera durado cinco horas. Además, conocía como ninguno a cada uno de los jugadores del circuito principalmente porque no se perdía ningún partido. Jugara quien jugara.

Una anécdota que grafica la capacidad analítica del viñamarino es la ocurrida en Halifax el año 2016. Chile se preparaba para enfrentar a Canadá por el repechaje al grupo mundial, y en la cancha central entrenaban dos juniors del equipo norteamericano. Massú se acerca y me dice: "En cinco años más, estos van a ganar la Copa Davis porque esos dos cabros chicos que ves ahí van a ser top ten en un tiempo más".

Uno de ellos era Denis Shapovalov, actual número 23 del mundo, quien al año siguiente explotó llegando a las semifinales del Masters 1.000 de Toronto. ¿El otro? Felix Auger Aliassime, 57 del mundo, y una de las actuales sensaciones del tenis mundial.

En las últimas horas, el sitio oficial de la Copa Davis destacó a Massú como uno de los entrenadores del momento mientras que Günter Bresnik, entrenador principal de Thiem, continuaba con los elogios.

"Gran parte de esta mejoría tiene que ver con Nicolás Massú. Dominic necesitaba a alguien que no fuera tan instructivo como yo. Creo que le ha aportado muchas cosas", señaló.

El sueño de ser el mejor entrenador del mundo no es una quimera.