Columna de Aldo Schiappacasse: ¿Quién le cree a Pizzi?
El comentarista de Al Aire Libre comentó la conferencia de prensa del seleccionador de Chile.
Las conferencias de prensa de los técnicos que disputarán el amistoso en Cluj fueron una delicia. El alemán Philiph Daum se enojó con los periodistas locales, les dijo en tono airado que estaba cansado de responder preguntas sobre su renuncia, aseguró sentirse más rumano que ellos y los acusó de no haber jamás valorado su trabajo.
Debe ser porque el germano trae una larga lista de pecados, entre los que se suman el consumo de drogas, la mentira mientras era seleccionador de su propio país y escándalos amorosos surtidos. Un personaje que tras gritar en inglés para sorpresa de todo el mundo, se paró y se fue.
Poco rato antes, en esa misma sala, Juan Antonio Pizzi brindó un show impecable. Se hizo acompañar de un doctor para hablar latamente del estado físico de Claudio Bravo. Cada tanto, la encargada de prensa de la selección -María José Vasconcelos- le decía cosas al oído que "Macanudo" escuchaba con un rictus de preocupación.
Nunca dijo que en ese momento Bravo, el arquero y capitán de su equipo, el referente obligado de La Roja, embarcaba con su permiso y el de los doctores rumbo a Barcelona con motivos varios que nadie ha sabido puntualizar. Un juicio contra la Real Sociedad, problemas familiares, una ecografía para determinar su lesión y varios asuntos más pueden esgrimirse para su abrupto vuelo, a menos de una semana del debut y en día de partido.
Pizzi, el responsable técnico de la selección, no estimó necesario dar a conocer la información, puntualizarla, aclararla o justificarla. Sencillamente no la consideró pertinente, se levantó y se fue a dirigir la práctica, sin saber que había puesto en juego buena parte de su credibilidad ante la prensa. De aquí en más, obvio, habrá razones para desconfiar de todo, más aún cuando hay cosas importantes en juego, como la presencia del capitán en una competencia del nivel de la Copa Confederaciones.
"Nadie le preguntó", fue la insólita defensa esgrimida en el Gran Hotel Italia de Cluj, para una disparatada comedia donde, una vez más, queda en claro que para los responsables de este equipo -dirigentes y entrenadores- es más importante el cerco protector a sus figuras que la verdad, en el momento oportuno.
Sobre la conveniencia de las medidas tomadas ya habrá tiempo para juzgar, y es probable que otra vez importe poco al calor de las victorias. Pero habrá, seguramente, un antes y un después de esta noche en Transilvania: las cosas no son como deberían ser. Sin importar las consecuencias.